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La voz del docente: José Antonio Alcoceba Hernando.

Actualizado: 7 jul 2020


José Antonio Alcoceba Hernando

  • Profesor del Dpto. de Sociología IV en la Facultad de Ciencias de la Información (UCM).

  • Experto en el campo de la sociología de la juventud.

  • Imparte docencia en asignaturas teóricas y metodológicas en los Grados de Periodismo, Comunicación Audiovisual y Publicidad; y en el Máster Oficial en Comunicación Social de la UCM.


SOCIEDAD, TECNOLOGÍA Y CORONAVIRUS: INCERTIDUMBRES EN LA SOCIEDAD DE RIESGO.


Decía Ulrich Beck en 1996 que “La sociedad del riesgo desestabiliza lo que aparentemente permanece estable” y se sostenía en torno a tres principios: el fin de la naturaleza, el fin de la tradición y los cambios estructurales asociados al mundo de la familia y el trabajo. Este escenario ha funcionado relativamente estable en torno al fenómeno de la globalización en los últimos veinte años, articulando una nueva modernidad donde todas las relaciones resultan contingentes y políticamente moldeables, donde solo existía un principio de autoridad: la ciencia en un sentido amplio.


No obstante, en su propia definición este determinismo científico ha ido poniendo progresivamente al descubierto sus limitaciones, generando nuevas auto-inseguridades a medida que han ido surgiendo nuevos riesgos. La irrupción de la pandemia global del coronavirus ha venido a plantear una contienda sin precedentes al conjunto de ciencias tanto físicas y de la naturaleza, como a las ciencias sociales. En primer lugar, parece que la naturaleza, ante las crecientes presiones humanas que adelantaban el principio de su ocaso (contaminación, cambio climático, desertización, calentamiento global…), ha decidido revolverse, proponiendo un desafío brutal al conjunto de leyes y estructuras estables de la sociedad del riesgo; y al que la ciencia está teniendo dificultades para dar respuesta. Todos los avances en materia sanitaria están resultando insuficientes y tardíos para paliar una pandemia, cuyo origen no está todavía aclarado y cuya solución sigue estando desgraciadamente muy lejos.


En segundo lugar, en una sociedad cada vez más tecnológica, moderna, automatizada, interconectada e interrelacionada, parecía impensable creer que pudieran aparecer problemas que viniesen a contradecir el devenir histórico sustentado y dominado por el paradigma tecno-científico. La irrupción de un problema sanitario, ha venido a poner a prueba la capacidad socio-tecnológica ante nuevos desafíos de la globalización cultural, social y económica.


Los cambios socio-tecnológicos, como apunta García de Andoin, (2018), incorporan narrativas mediáticas y sociales tendentes a legitimar los procesos generales y particulares; ocultando frecuentemente las relaciones de poder que impulsan y subyacen a dichos cambios y las consecuencias de los mismos. Aunque existen narrativas negativas (distopías), han predominado las interpretaciones optimistas (tecnoutopías). Estos discursos tecnoutópicos asociados a la “cuarta revolución industrial”, basados en cantar las bondades de la automatización, virtualización y digitalización generalizada de procesos, productos y servicios, ha tendido a legitimar estas visiones positivas como necesarias para pensar en los escenarios futuros: “Futuro abierto cargado de optimismo, hasta llegar a concebir toda una saga de utopías postindustriales según las cuales de la mano de las nuevas tecnologías de la información y de la comunicación surgiría la esperada liberación humana en forma de productividad y abundancia material, fluidez comunicativa y autorrealización personal (Franket, 1988).”


Estos discursos utópicos, que generalmente obviaban las visiones más disruptivas, llevaban implícitas visiones del mundo que justificaban una funcionalidad sistémica, generadora de grandes diferencias sociales y brechas digitales y de conocimiento, pero donde siempre primaba un “solucionismo tecnológico”: la creencia en que cualquier problema humano tendrá siempre una solución técnica (Morozov, 2015).


Llegados a este punto, ante el aturdimiento social generado por la pandemia del coronavirus, aunque es pronto para observarlo en su total dimensión, se está poniendo a prueba a la sociedad como un laboratorio donde se implementan soluciones socio-tecnológicas adaptativas de forma urgente, destinadas a sostener las estructuras para el normal funcionamiento social y laboral. El shock social y económico generado por la epidemia sanitaria, está testando la capacidad del solucionismo tecnológico para responder a nuevos problemas sociales de logística, interconexión e interrelación; así, fenómenos como la virtualización y digitalización de los procesos están mostrando y demostrando de forma inmediata las fortalezas de las TI en el ámbito laboral (teletrabajo, teleservicios…), social y familiar (comunicación, hiperconexión y redes sociales).


En tercer lugar, las definiciones de la sociedad del riesgo llevan instaladas normas de tolerancia y aceptación que se orientan hacia la moral, los patrones culturales y las percepciones, por último, hacia la pregunta: ¿Cómo queremos vivir? La respuesta a esta pregunta no resulta fácil de responder; la irresponsabilidad organizada, siguiendo con Beck, se debate entre el conocimiento institucional de las potenciales catástrofes y su completa información a la ciudadanía, proporcionándoles las causas, datos, fuentes… que permitan conformar sus propias representaciones políticas y morales sobre el desarrollo tecnológico y sus consecuencias. Desgraciadamente, estamos demasiado acostumbrados a que desde las instituciones se ofrezcan visiones sesgadas e interesadas sobre el impacto económico, social, medioambiental…de dicho progreso socio-tecnológico, tendentes a legitimar un modelo social injusto, desigual y cuestionable democráticamente.


Paralelamente a esta irresponsabilidad organizada, las relaciones de producción (relaciones de definición, en Beck) determinan las posiciones de los actores sociales y sus responsabilidades frente a la sociedad del riesgo: derechos, exclusiones, ganancias, beneficios, compensaciones para afectados en caso de catástrofe…


Aquí, la incidencia del impacto de la pandemia del coronavirus plantea una nueva disyuntiva, con respecto a las relaciones de producción:


- El brutal impacto en la economía global, y española en particular, dejará múltiples damnificados económica y laboralmente, que pondrán a prueba la capacidad del modelo social y económico para tratar de buscar una recuperación (una vez se supere la pandemia), donde primen la justicia y equidad social, sobre la recuperación macroeconómica. De la apuesta por políticas públicas y empresariales orientadas a la recuperación económica y al reparto de oportunidades entre los diferentes estratos sociales dependerá el mantenimiento en el horizonte del modelo de estado del bienestar o el modelo de fragmentación, exclusión e incremento de la desigualdad social.


- Al mismo tiempo, la pandemia del coronavirus como hemos mencionado, podría suponer el hito para el paso definitivo del modelo productivo de la sociedad postindustrial a la sociedad del conocimiento. La incorporación de la virtualización al sistema laboral en sus múltiples procesos logísticos, productivos, educativos, de servicios, etc. definirá nuevos y múltiples escenarios de teletrabajo, teleservicios o teleasistencia, ya no potenciales si no reales; que requerirán de capacitación y aprendizaje a las nuevas lógicas de un sistema productivo cada vez más determinado por el uso de herramientas y aplicaciones digitales. A este respecto, las políticas institucionales orientadas a la superación de las diferentes brechas digitales y cognitivas en torno al manejo profesional de las TI, determinarán la mayor o menor capacidad adaptativa a dichos escenarios. Consiguientemente, dicha capacitación fijará las posiciones y probabilidades de inclusión y exclusión social ante los múltiples e incipientes mercados de trabajo.


Hasta el momento, los modos de vida legitimados desde la sociedad capitalista neoliberal han impuesto un modelo de sociedad del riesgo centrado en el solucionismo tecnológico basado en avances tecno-científicos, donde el protagonismo de la ciudadanía casi ha desaparecido, jugando un papel de comparsas ante los procesos y avances sociales globales.


Volviendo sobre la idea inicial, la pandemia del coronavirus ha puesto en jaque al determinismo tecnológico frente a los peligros y contingencias de la naturaleza, lo que viene a cuestionar el paradigma científico y refuerza la fragilidad de la humanidad ante la sociedad del riesgo. Pero al mismo tiempo, en una nueva pirueta irrumpe el capitalismo cognitivo, mostrando de inmediato su vigencia y fortaleza.


Referencias:

  • Beck, U. (1996). Teoría de la sociedad del riesgo. Las consecuencias perversas de la modernidad, 201-222.

  • Frankel, B. (1988). Los utopistas postindustriales. Ediciones Nueva Visión.

  • García de Andoin, C. (Coord.), (2018). Capitalismo digital: el problema es el capitalismo, no la tecnología. Iglesia Viva, (275), 9-24.

  • Morozov, E. (2015). La locura del solucionismo tecnológico (Vol. 5010). Katz Editores y Capital Intelectual.

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