Liqin Li
Las observaciones sobre el COVID-19 que Mario Vargas Llosa realizó en su último artículo publicado en El País se han vuelto un escándalo entre los chinos que conocen su obra y por alguna razón se encuentran en estos momentos en España u otros países europeos afectados por la pandemia. Entre ellos estoy yo, una estudiante china que se encuentra en Madrid, el epicentro español de la enfermedad. En dicho escrito el ganador del Premio Nobel comentó el miedo a la muerte que a su juicio ha sido confirmado por las reacciones que la gente está teniendo ahora ante la enfermedad. Además, atribuyó la culpa de todo lo ocurrido a la falta de democracia del sistema político de China. Esto, viene enfatizado por la expresión “ese virus proveniente de China” que se lee en las primeras líneas, estimuló especialmente los nervios de sus lectores chinos.
El sentimiento que experimentamos después de la lectura del artículo, uno mezclado de duda y sorpresa que, después de leerlo otra vez, se convirtió en lástima, no se debe tanto a la crítica sin más del autor a China: en realidad, su argumentación resultó poco novedosa entre tantas ya hechas sobre el tema del coronavirus durante un tiempo no corto, ya desde enero de este año cuando el gobierno chino decidió cerrar la ciudad Wuhan; el sentimiento se debe más a que muchas personas como yo hemos aprendido el español leyendo al escritor peruano, y su escritura representaba lo hermoso del idioma. Sin embargo, el lenguaje que apreciábamos ha sido utilizado para lastimar la parte más tierna de nuestro sentir.
También desde hace dos meses, cuando todavía estábamos formando las buenas perspectivas del nuevo año, la alarma de la neumonía causada por un nuevo virus se produjo en China y fue empeorando la situación. Ahora ya sabemos mucho más de esta enfermedad, pero en aquel entonces, cuando los conocimientos eran pocos, tuvimos que aguantar la preocupación por nuestros familiares, la vergüenza que daba escuchar las voces que comentaban la supuesta relación entre el estallido de la enfermedad y el sistema político de nuestro país. Y tuvimos que aguantar, peor que nada, las pérdidas que se vivían en todas las familias chinas: pérdida de libertad, de tiempo y de dinero, e incluso, pérdida de la vida de los seres queridos. Alguien podía haber pensado que todo esto se debía a la dictadura de China, tal como hizo Vargas Llosa. Yo reconozco que la grave situación en los primeros días de la enfermedad en China se debió en gran parte a la ignorancia y la falta de medidas del gobierno local de Wuhan, y esto refleja los defectos del sistema. Sin embargo, ahora la misma cosa esta sucediendo en Europa, en los países democráticos, y la historia no parece haber cambiado mucho. El gobierno español habría podido hacer la cosa mejor, pero ha dejado perder la oportunidad de hacerlo.
Ante una enfermedad como esta que amenaza a todo el mundo, es más importante ver si funcionan las medidas que discutir sobre qué sistema es más correcto. Cuando se encontraron los primeros casos en Europa, nosotros, por haber conocido la evolución de la enfermedad en China, dimos la alarma a nuestro alrededor para que no se produjera la misma tragedia que habíamos visto. Aconsejábamos llevar mascarillas, evitar las actividades de masa y, sobre todo, tomar en serio la enfermedad. Sin embargo, en la prensa solo se leían reportajes que decían que no era necesario el pánico, una actitud bastante similar a la del artículo referido. Tales escritos solían acudir al argumento de que la enfermedad tenía una mortalidad muy baja, lo que también decían algunos profesores en clase. Pero esto no es una cuestión de datos estadísticos, sino de la vida de cada persona y su familia. Además, la baja mortalidad que hemos tenido de la enfermedad ha sido resultado de una lucha de la que no se calcularon los costos, de los sacrificios que ha hecho todo el pueblo chino.
Cuando un peligro parece lejos de nosotros, es probable que no lo tomemos muy en serio. Pensaríamos que es un asunto ajeno y no tiene nada ver con nosotros. Entiendo que es algo común para toda la humanidad, una arrogancia tácita, que supera cualquier sistema político, ideología y raza. A decir verdad, cuando la enfermedad se asomó en Wuhan en los últimos días del año 2019, pensamos como muchos españoles de hace poco tiempo: esto no era cosa mía. Ahora comprendo que no es así, que siendo humanos todos estamos siempre juntos, -pero no siempre unidos-. Pienso que el motivo del artículo de Vargas Llosa no era para echar la culpa de la enfermedad a China; el autor quería ponerse en un nivel que le parecía más abarcador para hablar sobre el tema. Yo prefiero no hacerlo, aunque así sea más fácil contar una historia.
Será pasajera la pandemia causada por el coronavirus, eso sí, pero también es pasajera la vida humana. Algo ligero que en la larga historia de la humanidad no ocupa ni una página, sería para un individuo una cosa de todo peso. Sea el miedo a la muerte una sombra que nos acompaña. Es por eso que vamos en busca de la luz de la vida. En este sentido, creo que el arma más poderosa que tenemos en esta lucha será: el ánimo de desafiar la muerte, la voluntad de acabar con la enfermedad y la obligación de salvar la mayor cantidad de vidas posible.
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