Autor: Juan Guillermo Archila
Cuando entramos al mundo de la crónica, pocas veces somos conscientes de lo que estamos leyendo. No sabemos si es un simple relato ficcional retóricamente embellecido por las palabras; o, por el contrario, es una historia periodística, informativa y con pretensión de tener un impacto social real. Por eso, desde las primeras civilizaciones hemos encontrado documentos con ideas plasmadas: relatos de viajeres, historias con grandes hazañas y, sobre todo, textos descriptivos de las cosas nuevas que los autores iban encontrando.
La crónica es una eficaz herramienta comunicativa. El hombre siempre se ha enfocado en transmitirse la información desde las palabras. Aunque Si bien también lo hacía desde la pintura, la escultura y otras expresiones artísticas, predominaban las palabras, pues, sobre todo, el hombre lee, y lo ha hecho siempre. De ahí la importancia de este género periodístico y literario. La manera más práctica de hacer llegar cualquier mensaje era por medio contar lo que se estaba viendo; contar sin ficcionar. Sin embargo, también es un hecho que no es posible contar sin saber, sin conocer. En la crónica impera la realidad; por eso hace uso del periodismo de anticipación. Es decir, el comunicador, más que comunicar, informa. Hace conocer a un receptor que no conoce nada de lo que se le va a contar, hechos que a los ojos del informador son importantes. Con esto se anticipan decisiones que serán de actualidad.
En las crónicas de los primeros conquistadores en América crónicas de las indias se le informaba a la corona cómo eran los paisajes, las frutas, las plantas y los oriundos de las nuevas tierras. Sin embargo, solo hasta mediados del siglo XX se catalogaron estos textos como crónicas. Antes, todos los manuscritos datados de esos siglos eran considerados literatura (pues no existía la historia como ciencia social sino hasta finales del siglo XIX). La ignorancia en este tema hace que Martín Caparrós afirme que “nadie sabe bien qué dice cuando dice periodismo, qué cuando literatura”.
Empero, tomando como referencia estos manuscritos, la diferencia parece clara. En ningún caso la prosa pretender ser ficcional, de hecho, todo lo contrario, pretendía ser lo más cercana a la realidad. No obstante, los conquistadores fueron los primeros comunicadores del Nuevo Mundo. Ahora bien, ¿lo lograron?; ¿podemos llamar a las crónicas de indias periodismo? La respuesta ha sido amplia en debate y estudios. Si bien, podemos adscribirlo a los estudios literarios, esto sucede por el mero hecho de que muchos cronistas de la época aprovechaban la situación para explorar su estilo narrativo y experimentar en su escritura. Pese a esto, la objetividad (entendiéndola como la intención de describir las cosas tal cual las veían) no estaba en tela juicio.
Durante el siglo XX, se hará hincapié a la importancia de estas crónicas para entender cómo se deben escribir realmente este tipo de textos. La referencialidad es importante, puesto que el observador/narrador escoge alusiones reales. Condición a la que harán referencia novelistas y cronistas del boom latinoamericano como García Márquez y Carlos fuentes; y el primero, además, llamará a la crónica como “la novela de la realidad”. Es aquí donde después
de siglos de incertidumbre se comienza a pensar este género de escritura como periodismo, como periodismo estético.
Es por esto, en tanto, que en el periodismo de América Latina se utiliza la crónica como un recurso comunicativo. A diferencia de otros continentes como Europa, esta zona región del continente americano ha construido su bagaje de la comunicación en texto objetivos literariamente ornamentados. Un continente en donde la realidad es más interesante que la ficción y donde el proselitismo está impulsado por un dramático sensacionalismo.
Y es que quizás, en sumatoria, los cronistas suelen tener fuertes inclinaciones hacia el regionalismo, a escribir únicamente sobre lo que pasa en su entorno. Esto hace que la ironía sea uno de los puntos de quiebre de este espécimen periodístico. Lo que se escribe en un país no necesariamente exalta los sentimientos de los lectores de otros continentes o, incluso, de los países contiguos. Es por ello por lo que no es posible decir que la crónica es únicamente literatura o únicamente periodismo. Es un híbrido de estas dos áreas donde la contextualización es el pilar de la credibilidad y la columna vertebral del texto: sin contexto no hay relato.
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