A veces es complicado apreciar de la misma forma la calidez de una luz y la frialdad de una sombra. Nuestro pensamiento tiende a ensalzar nuestras incomodidades, pasando por alto aquel foco que ilumina cada situación que afrontamos, incluso aquellas inmersas en la más profunda de las penumbras. Pues la penumbra sin claridad no es nada, no existe. Para que exista, debe haber un punto lumínico que la cree. Un foco que emita luz y nos permita diferenciar la sombra. Nada puede ser todo sombra, pero sí luz, y es nuestra mente la que puede decidir en qué grado permea en nosotros. Es cuestión de encontrar el ángulo.
Galería de imágenes: Cristóbal Mora Bieli-Bianchi
Redacción: Daniel Berciano Jiménez
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