La idea premonitoria de encerrarse en casa se presentó como un obstáculo para muchos cuya vida tiene ciertas dependencias. Para otros, quienes buscan escapar para encontrarse a uno mismo, fue una oportunidad cuanto menos inesperada y paradójica. Podían huir sin la posibilidad de correr, sin la necesidad de encontrarse en un lugar perdido; dentro de su día a día y rompiendo con la cotidianidad. Por desgracia, el fin no era el deseado. Ahora las calles se tiñen de desdén e ignorancia, cuando en su momento el vacío era el reflejo de la concordia y la austera concienciación de quien contribuye para con los demás. Llegados a este punto, aislarse le sirve a uno mismo y, según cómo, también a los demás para saber dónde se encuentra el rebaño de gilipollas, o pazguatos, para los que temen ser tan directos.
Galería de imágenes: Cristóbal Mora Bieli-Bianchi
Redacción: Daniel Berciano Jiménez
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